miércoles, 20 de diciembre de 2017

Caravana (18) Agosto en Navidad





       - Primero entra por la ventana como un soplo de viento, casi no te das cuenta hasta que te alborota el pelo. Entonces levantas la cabeza del teclado y ves tu reflejo en el cristal, te miras e intentas componer un amago de sonrisa. Coges un lápiz y observas tus dedos rodeándolo, le vas dando vueltas intentando entender cómo ese viento incide en tu interior. Escribes palabras sueltas, claves de acordes aéreos -o eso es lo que crees, quizá sólo lo que pensarás más tarde...-. Desde el sótano suben las notas del bajo de Rick mezcladas con armonías recién inventadas por Garth y con la risa de Dylan. Intentas atraparlo todo: ese aire, la ventana abierta, tu reflejo y lo casual de unos sonidos y una alegría libres de propósito, empastarlos con esa melodía que llevas persiguiendo durante todo el verano... Y entonces el viento cierra de golpe la ventana, y te asusta, y el lápiz cae a tus pies. Cuando levantas de nuevo la cabeza, sabes que todo eso tendrá que ver con una canción que hable de lágrimas... Y compruebas que ya se ha ido.

       Richard me lo cuenta sentado ante el volante de mi caravana, mirando por el parabrisas como si condujera entre la nieve. Cuando voy a preguntarle por esa ausencia, él pone fin a su relato con tres palabras tristes y cortas, una despedida extemporánea que musita mientras enciende un cigarro:

       - Feliz Navidad, Nar.

       Estamos en pleno agosto, y él me sonríe como si supiera que ya no viviremos en Big Pink al acabar el año, porque para entonces el milagro del sótano también habrá terminado.






miércoles, 18 de octubre de 2017

Presente (XIX) The Basement Tapes : 42 Years Joven



   
Bob Dylan & The Band

THE BASEMENT TAPES

(Columbia)

Released June 26, 1975


Side 1: Odds And Ends; Orange Juice Blues (Blues for Breakfast); Million Dollar Bash; Yazoo Street Scandal; Going To Acapulco; Katie's Been Gone.
Side 2: Lo! And Behold; Bessie Smith; Clothes Line Saga; Apple Suckling Tree; Please Mrs. Henry; Tears Of Rage.
Side 3: Too Much Of Nothing; Yea! Heavy And A Bottle Of Bread; Ain't No More Cane; Crash On The Levee (Down In The Flood); Ruben Remus; Tiny Montgomery.
Side 4: You Ain't Goin' Nowhere; Don't Ya Tell Henry; Nothing Was Delivered;  Open The Door, Homer; Long Distance Operator; This Wheel's On Fire.


LINER NOTES



“Beneath the easy rolling surface of The Basement Tapes, there is some serious business going on. What was taking shape, as Dylan and The Band fiddled with the tunes, was less a style than a spirit -- a spirit that had to do with a delight in friendship and invention.


[...] The Basement Tapes are a testing and a discovery of roots and memory; it might be why The Basement Tapes are, if anything, more compelling today than when they were first made [...]”



Greil Marcus
  
Bob Dylan -- Acoustic Guitar, Piano & Vocals
Robbie Robertson -- Electric Guitar, Acoustic Guitar, Drums & Vocals
Richard Manuel -- Piano, Drums, Harmonica & Vocals
Rick Danko -- Electric Bass, Mandolin & Vocals
Garth Hudson -- Organ, Clavinette, Accordion, Tenor Sax & Piano
Levon Helm -- Drums, Mandolin, Electric Bass & Vocals

Recorded in the basement of Big Pink, West Saugerties, NY., 1967
Recording Engineer -- Garth Hudson
Mixing Engineers -- Rob Fraboni, Nat Jeffrey, Ed Anderson & Mark Aglietti
Mixed at Village Recorders & Shangri-La Studios
Mastering Engineer -- George Horn
Photography -- Reid Miles
Design Consultant -- Bob Cato
Compiled by Robbie Robertson
Produced by Bob Dylan & The Band






Presente (XX) On Tour - Salt Lake City







      He tenido que llegar a esta ciudad con nombre de lago salado y doble silueta de edificios recortados sobre un fondo montañoso tallado de cañones para reconectar con el deseo que me impulsó a emprender este relato hace ya tres años. Y es que el concierto de Dylan anoche en el Eccles Theater tuvo algo de película onírica, de film como de otro tiempo montado sobre una banda sonora consabida, pespunteada por la multitud de pequeñas luces que brillaban como estrellas sobre la platea. Fui yo quien añadió a su trama la sorpresa final.

      Había comprado una entrada en el sector central de la primera fila, justo un poco a la izquierda del piano, para poder volver a ver cómo, una noche más, Dylan se parapeta tras él como envuelto por un manto de cristal. Y también para intentar conseguir, con un poco de suerte, fotografiarle un gesto insólito. Esperé al segundo bis, y al comenzar a sonar Ballad Of A Thin Man abrí la bolsa cuyo contenido había provocado asombro en el control de seguridad de la entrada. En la cuarta estrofa, me puse la chistera.

      Varias voces se quejaron a mi espalda, pero logré permanecer inmóvil hasta que, al acercarse al centro del escenario para el saludo final, Dylan reparó en mí. Hubiera sido el momento perfecto para disparar la foto perfecta, ese instante de tiempo detenido y condensado en una expresión de estupor que nos retrotrajo a los dos a aquella noche del verano del 67 en la que una apuesta bíblica hizo que yo le ganase este sombrero negro de copa alta. Entonces Dylan me llamó inocente, y también idiota. Ignoro lo que pensaría anoche al reconocerme con aquel trofeo antiguo en la cabeza. Cuando comenzaba a levantarlo en un gesto de saludo, él ya se había dado media vuelta para salir de escena. Ni siquiera llegué a sacar la cámara.



      Las imágenes perfectas jamás llegan a ser capturadas, no con la mediación de instrumento alguno, pero se nos quedan tatuadas tras los párpados. Como la voz de Dylan.



     Esta noche volveré al Eccles Theater para asistir a su segundo concierto en Salt Lake City, esta vez desde el primer palco de la izquierda. Antes intentaré hacerle llegar un mensaje, quizá también sus flores favoritas.



Oh, what a lonely soul am I,
Stranded high and dry
By a melancholy mood




jueves, 8 de junio de 2017

Caravana (17) Julio 1967






       La luz del sol espejea en el interior de mi caravana y me va despertando de un sueño de libros y ballenas sobre fondo de piano. Anoche me dormí mirando la caja, sin atreverme a abrirla. Aquí sigue, a mis pies, redonda y cerrada como una pregunta perfecta. Sin llegar a formularla, la respuesta resuena en el interior de mi cabeza: “Has deseado algo cuyo contenido ignoras, Nar”.

       Preparo café y coloco la caja sobre la mesa. Me doy cuenta de que la vacuidad de mi deseo ha concretado su cumplimiento en una amenaza: “Está vivo, y muerde”, me había advertido Dylan. Su rabia al perder la apuesta se asemejaba en algo a mi desconcierto, multiplicado ahora por su eco y por cada uno de los minutos que van transcurriendo sin lograr infundirme el ánimo indispensable para asumir el desenlace.

       Me fumo el sexto cigarro y acaricio la tapa redonda antes de levantarla. Al hacerlo, veo mi imagen reflejada en su espejo interior y, en el vientre circular, una chistera. Negra, usada, boca arriba. “Eres más inocente de lo que pensaba”, me había dicho Dylan. “¿Qué esperabas, idiota?”, añadiría ahora ante la perplejidad muda de mi constatación.

       - ¿Se puede?

       La risueña voz de Rick llamando a la puerta de la caravana viene a sacarme del ensimismamiento. En un acto reflejo, cierro la caja antes de contestar.

      - Pasa.
    - Buenos días, Nar. ¿Te apetece entrar a desayunar con nosotros? Garth ha preparado un montón de cosas para que nos repongamos del resacón. ¡Vaya nochecita, joder!
     - ¡Y que lo digas...! No sé, ya he tomado un par de cafés y no tengo nada de hambre, pero gracias igual por...

       Rick interrumpe mi frase, acercándose con una carcajada.

    - ¡Qué tenemos aquí! ¡La caja de la discordia! Menudo mosqueo se cogió Dylan cuando...
       - ¡No la abras! -me escucho decir con voz despótica.
      - Vale, vale, no te pongas así… Además ya sé lo que contiene esa sombrerera, la he abierto cien veces.
       - ¿Cómo has dicho?
       - Som-bre-re-ra. ¿Por qué pones esa cara?
       - Nada... Había entendido otra cosa. Olvídalo.

      Rick me mira desde muy cerca durante unos segundos, y luego sonríe y saca de uno de los bolsillos de su pantalón una hoja arrugada y partida en dos.

      - Venía también a traerte esto, he pensado que te gustaría tenerlo. Fue un marronazo tener que hacerme cargo de vuestros deseos, ¿sabes? -dice mientras va desplegando los papeles.

      Enseguida reconozco la hoja en la que Dylan había escrito lo que quería recibir de mí en caso de ganar la apuesta. Antes de pensarlo, estoy arrancando sus dos fragmentos de la mano de Rick. Luego los meto en mi caja, que ahora ya tiene un nombre como el de cualquiera: unas cuantas letras en un salvoconducto para el territorio de lo racional, pienso mientras lo despido.

       -Gracias, tío. Y ahora vete, por favor.

       Rick baja la cabeza y, dándome la espalda, dice en voz baja:

      - Me imagino que te jode bastante haber cabreado tanto a Dylan y a lo mejor no poder volver a pisar el sótano, total para ganarle una caja vieja con un sombrero dentro... Bueno, ahora ya la tienes, y además estos papelorios. Léelos y llora, como decimos jugando al póker. Y luego mejor lo tiras todo, lo que ha pasado te seguirá jodiendo igual. Cuando algo duele mucho, Nar, da lo mismo lo que hagas: no hay diferencia.

      Cuando Rick se marcha, cojo la sombrerera y me siento en las escaleras de la caravana colocándola a mi izquierda. Enciendo un cigarro. Luego la abro. Me pongo la chistera, y al final leo esa única palabra que Dylan escribió para concretar su deseo y a la vez aplacar su furia. Seis letras, seis cuerdas que estuvo tocando para mí aquí mismo, hace sólo unos días:

Ibanez

 




 

jueves, 11 de mayo de 2017

Presente (XVIII) Reliquias de una apuesta (6)








       Dylan regresó del sótano a los pocos minutos con cara de tormenta, trayendo la caja redonda que yo acababa de ganarle en aquella apuesta inesperada. Me tiró con ella con una rabia similar a la que acompañó sus palabras:

       - Ten cuidado con lo que hay dentro, Nar. Está vivo, y muerde.
       - Gracias por la advertencia.
     - Eres idiota. Si tanta seguridad tenías de ganar, podías haberte llevado algo mucho más valioso.
      - Justo por eso aposté a la baja -me limité a decir, viendo aterrizar la caja a mis pies.

       Pareció que Dylan iba a replicar, y sin embargo se limitó a congelar su gesto para clavarme una mirada que me resultó difícil sostener. Luego me volvió la espalda, dando por zanjada la escena.

       - ¡Que te den, “Nar de los Misterios”!

      La patada que acompañó aquella furiosa despedida hizo que la caja saliera rodando en dirección a la hoguera y quedase tirada a escasa distancia de las llamas, aunque sin llegar a abrirse. Grupos de caras consternadas se fueron disgregando para dejar paso: con las manos en los bolsillos y zancadas de siete leguas, Dylan desaparecía de nuevo en dirección a su coche.

        Sintiendo el peso de todos aquellos ojos sobre mis hombros, me quedé un momento mirando la caja antes de acercarme a recogerla. Ahora parecía más pequeña que cuando la vi en el sótano. En lugar de sujetarla por el asa, la levanté abrazando su contorno redondeado y, con la mirada baja, me dirigí a la caravana. Todos callaban. El acelerón del coche de Dylan al salir a la carretera resonó como un restallido en medio de aquel mutismo.

      Estaba abriendo mi puerta cuando escuché lo que me pareció una especie de aplauso lúgubre, lentísimo y arrítmico. Salía por uno de los altavoces colocados ante las ventanas del salón. Me di la vuelta y pude ver cómo Richard empezaba a cerrarlas desde dentro, haciéndome un gesto con la mano.

       Todo el mundo comprendió que la fiesta había terminado.









lunes, 27 de marzo de 2017

Back Pages - Cuaderno marrón - Julio de mis años










   Yo sería probablemente como un actor del método                   
                                            - sea lo que sea un actor del método ...
  Podría cantar cualquier cosa 
                  este cálido julio de mis años 
  Remembranza de cosas pasadas, 
                                                          lo hago todo el tiempo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

jueves, 2 de marzo de 2017

Presente (XVII) Reliquias de una apuesta (5)






      La hoguera rebrotaba con los troncos que Rick le iba echando bajo la soñolienta mirada de Sally. Me senté a su lado y ante las llamas comencé a doblar el papel en el que Dylan me obligaba a escribir una apuesta a ciegas, intentando asumir la enormidad que suponía poder ganarle cualquier cosa. Garth se acercó con unos vasos y una botella mediada de whisky. Mi hoja se convirtió en un barco, y mi deseo en cinco palabras y un dibujo.

      - Si no lo tienes claro, échalo al fuego -sugirió Rick.

      Casi estaba a punto de hacerlo cuando el silencio que se fue adensando alrededor me dio a entender que Dylan regresaba al ruedo. Me di la vuelta y lo vi aproximarse a la fogata. Traía un libro encuadernado en piel marrón, del que sacó su papel, doblado en cuatro. Una Biblia de formato grande, con las tapas muy gastadas.

      - Aquí está mi parte de la apuesta, Nar: te joderá perderla.

      Tendió a Rick su hoja y con un gesto me obligó a hacer lo mismo. Miró mi barco sin cara de sorpresa.

      - Que Rick guarde los papeles, y que Garth nos lea el Libro de Isaías. Aquí traigo una King James. Yo he dicho que la cita que empieza con “Sobre la atalaya ...” es del capítulo 24, y tú que es del …

      - Del 21, versículo 8 -completé su frase con la mirada puesta en el fuego.

      - Pedante -masculló al tiempo que entregaba la Biblia a Garth.

      Sally sirvió whisky en los vasos dispersos por el suelo. Dylan cogió uno, Rick otro; yo encendí un cigarro y me puse en pie para escuchar el desenlace de aquel duelo imprevisto.

       - “Sobre la atalaya, mi señor, estoy firme a lo largo del día ...” : Isaías, capítulo 21, versículo 8 -leyó Garth con voz casi litúrgica. Luego, con los ojos bajos, devolvió la Biblia a Dylan, que se quedó mirándola en silencio mientras la gente que nos había ido rodeando empezaba a dispersarse.

      - ¡No os vayáis sin saber lo que he perdido!

      El grito paralizó a la mayoría, muchos se volvieron mirándome como si esperasen alguna reacción por mi parte. No la hubo.

      - Parece mentira pero has ganado, Nar. Ahora sólo falta saber qué cojones has escrito en ese barco de papel tan ridículo, qué es lo que me has querido ganar arriesgándote en esa deriva de idiota. Pásamelo, Rick.

      Él le entregó mi velero sosteniéndolo en la palma de su mano izquierda. Dylan lo agarró en un puño y luego lo fue desplegando a trompicones.

      - “La caja redonda del sótano”-leyó con tono interrogativo.

      Me miró con fijeza durante unos segundos muy lentos, primero ladeando la cabeza y luego moviéndola de un lado a otro, perdonándome la vida. Su voz sonó a granizo, lo sentí caer sobre mi cara:

      - Eres más inocente de lo que pensaba.

      Apuró su vaso de whisky y lo tiró a la hoguera. Después me dio la espalda y, a grandes zancadas, entró en Big Pink por la puerta de atrás. Yo me fui acercando despacio a la ventana del salón a la que Richard acababa de asomarse.

      - ¿Qué coño ha pasado, Nar? -me preguntó en voz baja. Dylan ha bajado al sótano como una bala, parecía muy cabreado.

      - Acabo de perder algo ganando una apuesta. Te lo explico otro día.

      El tipo con cara de máscara estaba pasando por delante de nosotros y, levantando brevemente su sombrero negro, nos hacía un gesto de despedida.