miércoles, 18 de octubre de 2017

Presente (XX) On Tour - Salt Lake City







      He tenido que llegar a esta ciudad con nombre de lago salado y doble silueta de edificios recortados sobre un fondo montañoso tallado de cañones para reconectar con el deseo que me impulsó a emprender este relato hace ya tres años. Y es que el concierto de Dylan anoche en el Eccles Theater tuvo algo de película onírica, de film como de otro tiempo montado sobre una banda sonora consabida, pespunteada por la multitud de pequeñas luces que brillaban como estrellas sobre la platea. Fui yo quien añadió a su trama la sorpresa final.

      Había comprado una entrada en el sector central de la primera fila, justo un poco a la izquierda del piano, para poder volver a ver cómo, una noche más, Dylan se parapeta tras él como envuelto por un manto de cristal. Y también para intentar conseguir, con un poco de suerte, fotografiarle un gesto insólito. Esperé al segundo bis, y al comenzar a sonar Ballad Of A Thin Man abrí la bolsa cuyo contenido había provocado asombro en el control de seguridad de la entrada. En la cuarta estrofa, me puse la chistera.

      Varias voces se quejaron a mi espalda, pero logré permanecer inmóvil hasta que, al acercarse al centro del escenario para el saludo final, Dylan reparó en mí. Hubiera sido el momento perfecto para disparar la foto perfecta, ese instante de tiempo detenido y condensado en una expresión de estupor que nos retrotrajo a los dos a aquella noche del verano del 67 en la que una apuesta bíblica hizo que yo le ganase este sombrero negro de copa alta. Entonces Dylan me llamó inocente, y también idiota. Ignoro lo que pensaría anoche al reconocerme con aquel trofeo antiguo en la cabeza. Cuando comenzaba a levantarlo en un gesto de saludo, él ya se había dado media vuelta para salir de escena. Ni siquiera llegué a sacar la cámara.



      Las imágenes perfectas jamás llegan a ser capturadas, no con la mediación de instrumento alguno, pero se nos quedan tatuadas tras los párpados. Como la voz de Dylan.



     Esta noche volveré al Eccles Theater para asistir a su segundo concierto en Salt Lake City, esta vez desde el primer palco de la izquierda. Antes intentaré hacerle llegar un mensaje, quizá también sus flores favoritas.



Oh, what a lonely soul am I,
Stranded high and dry
By a melancholy mood




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